lunes, 23 de junio de 2014

Prólogos del foso común (El foso parte I)

…Todavía puedo recordar aquella ocasión, es uno de esos recuerdos que mi mente ha grabado perpetuamente; es claro que todos saben a lo que me refiero, hablo de aquellas hibridas y fluidas lecciones que uno se hace para el futuro, firmes y asequibles, tan nobles que puedan ser evocadas cada instante que el alma busque perderse en su caprichoso desasosiego por torturarse, he jurado que ni el shock de un rayo, ni toda la furia de una tormenta me harán perder ese recuerdo, estoy enlazado a él, estoy atado a su núcleo, porque de recuerdos somos todas las personas, y es por ello que así formamos un todo; los recuerdos le dan sentido a quien somos y lo que hacemos, nos dicen el camino a seguir y porque elegirlo, saben las respuestas y conocen hasta la última gota de nosotros mismos, a los recuerdos no los podemos engañar, ellos son la prueba de que Dios sigue ahí, dándonos lecciones; yo tengo uno en particular, uno que aprecio con todo mi ser, es una historia con esencia que merece ser contada una vez más por su autor, una historia que podría relatar una otra vez, digna de toparse con mi conciencia y tocar a la puerta de mi mente con la siguiente diminuta pregunta…

¡¿Qué demonios me estaba ocurriendo?!... espera un poco... recapitula... sabía que algo no iba del todo bien, la repentina sensación de amnesia llamó mi atención, o no estoy seguro, quizá la desvió, me pregunto si siquiera habré tenido conciencia en ese instante, peculiares son los relatos de las personas que alguna vez han perdido su memoria y con suerte la recuperan para contarlo, soy alguien con un poco más que eso, pero ¿Dónde estaba? ¿Acaso me encontraba muerto? ¿Eran de extrañarse ese tipo de preguntas en mí? No, no me preguntaría todo ello en el caso de haber muerto, en definitiva no lo estaba ¿y entonces? Me percaté que el aturdimiento me tenía más confundido de lo que podía esperar, a fin de cuentas era normal sentirse como un loco en un mundo de pocos sentidos; ahora ya puedo decirles algo más, hacía largo tiempo que mi conciencia divagaba mantenido la visión de una segadora imagen blanca como centro de su atención, era una cosa indescriptible, esa obsesión en la mente era un instante omnipresente en que el tiempo es irrelevante para la relativa y caprichosa medición de un trozo segmentan del periodo cíclico, un año, un mes, un segundo, daba igual, aún no moría pero así me imaginaba que se vería el infinito cuando lo hiciera, como la nada, todos alguna vez en la vida hemos dormido tan profundamente que parecería que hemos muerto, era así como me lo imaginaba; esta cosa en mi cabeza me brindaba una traicionera tranquilidad, una simplicidad de flotar en un mismo estado homogéneo y autógeno, supuse que siempre se mantendría ahí, no recordaba si alguna vez me había dejado de anestesiar, y  fue justo entonces cuando ese destello blanco comenzó a atenuarse y a parpadear haciendo que mi cuerpo saliese de lo profundo de un estanque para inhalar aquel elemento llamado aire que para mí era tan desconocido como todo, esa luz había tenido tanto tiempo en mi mente que no podría decir cuánto estuvo ahí, antes de haber salido juraría que había nacido en aquel lugar, para entonces una sensación de desconcierto ya había inundado mis pulmones, ahora me encontraba fuera de sí, el pez que salía del agua, confundido jalaba a bocanadas pedazos de la seca realidad, había recobrado la visión pero las cosas seguían siendo tan extrañas como al no verlas, no lograba entender nada de lo que ocurría, también era evidente que la tranquilad era otra cosa que debía recuperar, mi ajeno cuerpo respondía torpemente a las órdenes de mi mente, tal como un recién nacido, el pequeño retoño del divague en el infinito, me pensaba como en tercera persona, no espero que alguien comprenda lo que podía sentir, ni siquiera yo lo comprendía exactamente, escribirlo es igual que describirle a un ciego la imagen que uno puede ver, aunque por alguna buena razón existen los ciegos que no son sordos, yo inhalé y exhalé un poco de aire de la forma más lenta que pude y me senté sobre el suelo entre cruzando ambas piernas moviendo el cuello hacia ambos horizontes en forma de forastero perdido, mis manos rozaron la tierra del lugar pero poca importancia le di a eso, en cualquier otro momento hubiese contemplado mucho más esa ocasión, hubiese tomado un puñado de tierra del lugar y la habría mantenido en una palma mientras con la sensible punta del índice dibujaba sobre ella algún símbolo que me recordara la nobleza que el mundo sigue guardando, pero esta era otra ocasión, tal vez ya había perdido un gran trozo de mí; noté que mis muslos en esa posición formaban las alas de una mariposa, algo extraño de pensar en mi situación, entonces di con la noción de que solo había olvidado cosas personales, todo se solucionaría si lograba responder una simple cuestión ¿Quién rayos era yo? Puedo admitir que tal vez no era tan simple, esa es una pregunta que muchos se hacen a pesar de no tener amnesia, pero en este caso era literal, mi pasado
era confuso, diría que muy borroso, no sabía a donde me dirigía, con esfuerzo logré encontrarme con mi nombre, era extraño vacilar al preguntarme por mi propia identidad, verme al espejo e intentar adivinar si en realidad era yo o una persona con mis involuntarios pensamientos es frustrante; entre todo el desconcierto hubo una única cosa a la que por un ínstate concentré toda mi atención, había un rostro desconocido que topé al parpadear, era un rostro que jamás olvidaré y aun así desconocía si esa era la primera vez que la había visto.




Justo en el instante en que mis pupilas la toparon mi atención se eclipsó en ella, era como si ya no me importase que no tenía ni la más mínima idea de quien era yo, se me podía comparar con un joven enajenado por el instante en que conocía a su primer amor ¿qué podía hacer si de cualquier manera no sabía nada? Tal vez quiero culpar a mi desconcierto por confiar de forma tan ciega en esa imagen para que me devolviese la memoria, no era correcto, sabía que era estúpido, y por sobre todo carecía de cualquier lógica, pero todo ese mar de dudas se apaciguaba si me dejaba llevar por la idea de que ella me ayudaría a recobrar lo que sea que había perdido, pero que imbécil ¡¿Ya estaba fijado con ella?! Ni los elementales sentimientos que todo humano da cuenta cuando cuándo tiene me eran concretos, sí me había dado un golpe en la cabeza, entonces debía haber sido uno muy duro; sin memoria, sin rostro, sin una vida ¿Qué se suponía que debía hacer? Haber visto una piedra y confiar en ella hubiese sido igual de lógico, me faltaba la calma, después de todo la locura post amnesia no es el mejor estado para tomar decisiones, acercármele era lo único que parecía correcto… y acepte interactuar. La expresión en su rostro era confusa, ella me estaba examinando fijamente y sonreía de forma nerviosa al hacerlo, ambos estábamos sentados frente uno del otro en la misma posición de mariposa con la que noté los límites de mi realidad, parecía que tenía tiempo esperando a que yo volviera en sí, aunque no sé qué esperaba después de ello, ni un ruido nos acompañaba en aquel sitio, era una capsula muy serena, inclusive el silencio no era incomodo, tampoco inusual, en esa ocasión, en aquel lugar era perfecto, encajaba extrañamente con todo el ambiente, no existía sonido más justo para la circunstancia que aquel que no se podía oír, y aunque no lo entendía preferí mantener aquel pacto durante algún tiempo, el suficiente para hacerme del primer recuerdo después de mi amnesia, gravarme su rostro en la memoria.


Es singular, siempre tuve una pésima memoria para retener rostros, quizá la pérdida de mis recuerdos reflejaba un poco a lo que me refiero, pero ella era distinta, tenía un rostro que se te fundía en esa parte de la mente que llega cada que rememoras algo que es especial, sus rasgos faciales me siguen siendo difíciles de olvidar, inclusive me siguen palpando como si estuviese aquí, podría decirse que era una de esas mujeres que formaban parte de una de las pinturas de Bounarroti, y hablo de una de sus pinturas especiales, su piel era de una increíble textura fina con un color carmín ligero y cálido, sus ojos azules eran vívidos llenos de un intrigante acoso cuando te miraban directamente, su boca era pequeña y discreta con unos labios hermosos, cabello negro y sedoso, hipnotizante, todo su rostro era una increíble escultura que te
invitaban a confiar, a acercarte, a creer en lo desconocida e ilógica belleza con la que el sentido visual te guía, lo que crees que es una bendición, alguien a quien agradeces su existencia… o quizá, quizá era otra cosa muy distinta, todo parecía correcto pero, no sé, había algo que no cuadraba ¿qué era? se comenzaba a formar una nube en mi mente, un diminuto punto en aquella escena, las cosas seguían viéndose tan bien, tan estables… ¡por favor! es solo el efecto de la amnesia, tal
vez solo estaba vacilando, pero y si no? si todo guardaba algo más… claro que había algo, algo en ella me infundía un temor inusual y alarmante, la verdadera belleza de los demonios declina por la superficialidad y crea una seductora planta carnívora para insectos sin memoria, por algún instante me aterrorizaba, en efecto, algo no iba del todo bien.  



Fue un escalofrío repentino, a ella la recordaba de algún otro momento que cada vez se hacía más y más palpable, ya estaba aquí y lo reconocía porque esa punzada que su rostro generaba en mi mente era tan familiar, tan rememorante, era tan horriblemente penetrante que hacía que mi percepción de la realidad se licuara al igual que las imágenes pierden su forma al retorcer su reflejo esférico, no encuentro la forma exacta para explicar lo que sentía, era como si la mente jugara contigo, como si la verdad absoluta fuese un chiste mal contado, rasgado en el núcleo y hecho caer en tu rostro como confeti, ahora ya no deseaba ese último recuerdo, ojala el silencio que reinaba aquella atmosfera hubiera quedado así por el resto de la eternidad o por lo menos algunos años… pero eso no era posible, no para ella, decidió quebrarlo con su voz, abrirle una brecha y ver lo que sucedería.


Supuse que me había lanzado algún tipo de pregunta por la expresión que guardaba su rostro justo después de haber movido los labios, no es que no quisiera escucharla, deseaba con el alma apaciguar mis dudas, sin importar que tanto miedo tuviese, el inconveniente es que la oía pero no comprendía sus palabras, vaya que tenía tiempo que no había oído ninguna, me tomó algunos segundos guardar en la mente esos sonidos que no tenían sentido e intentar ordenarlos para darles un significado, los tonos rebotaban de un lado a otro atrapados en un gran eco que se repetía, eran un enorme bullicio de incomprensión, y de la nada, por mera coincidencia natural, pudieron sincronizarse dando lugar a oración lógica; las palabras las pude advertir de un tajo, daba la impresión que el retardo de mi reacción se debía a que ella había hablado desde varios metros adelante; el tono de su voz era justo como me lo imaginé, una voz suave, tenue, pero presencial, muy femenina, un poco tildada en los acentos, en mi opinión no merecía la pregunta que me estaba haciendo, comparado con lo que dijo, no hubiese importado que su voz fuera como la de James Earl Jones, su cuestión lo desquebrajaba todo, incluso mi propio olvido …
“Dime una cosa ¿Alguna vez has estado en el foso?”… pero… ¿cómo diablos?… no podía ser cierto, ella conocía el foso, y ahora yo también lo conocía.





Lo prefería todo, incluso prefería la muerte, podría haber preferido cualquier aberrante tortura, todo excepto volver a sentir ese infernal lugar del demonio, tan solo con darle un diminuto momento de atención el cuerpo se me helaba y perdía el aliento, por cierta coincidencia la pregunta que esta mujer lazó había despejado, si no es que toda, una gran parte de la neblina que cubría mi memoria, el problema es que lo que se dejaba ver para nada era mejor a no tener recuerdos, ahora la amnesia comenzaba a sentirse como una extraña bendición que hacía unos instantes me había abandonado, “esa bendita ignorancia” me decía a mí mismo, era lógico, no tenía ni la más mínima intención de hablar, los chispeos que me generaban esas imágenes me perturbaban en alto grado, ni siquiera me importaba que ella lo notara, sabía que la respuesta que me estaba pidiendo lenta e inevitablemente nos llevaría a un lugar maldito del cual ahora ya podía recordar hasta su aroma, ¿¡Cómo diablos se le pudo ocurrir si quiera mencionarlo!? Estaba loca, esa era mi deducción, o quizá es que ella jamás había estado ahí, eso también era muy válido, cualquiera que fuese la razón de su pregunta, no quería seguir su charla, para esos instantes ya casi aborrecía su presencia.


“… ¿A caso eres tan ignorante que no conoces a alguien que haya estado ahí al menos una ocasión?...”Le gruñí de la forma más hostil que pude con la esperanza de que eso la podría incomodar tanto que se vería obligada a dejar esa conversación, o de mejor forma largarse y dejarme en paz, pero es claro que mi suerte también debió desaparecer, de hecho antes de ver a esa mujer ya no estaba, quizá antes de estar inconsciente tampoco, para ser franco no creo que mi buena suerte hubiese existido, lo que las personas llamamos milagros suelen ser más coincidencias imposibles que con su sublime existencia cubren las imperfecciones naturales de la realidad, la caprichosa gravedad que por suerte nos mantiene pegados al suelo parece un milagro en ese caso.


Mi respuesta le afecto tanto como la caída de una hoja afecta la estabilidad de un estanque, nada o menos “No… para ser franca no conozco mucha gente, aunque de cualquier forma si hubiese estado ahí seguiría sin saber nada, el lugar es único para cada individuo, una madriguera,  casi como si tuviera alma propia, la cajita especial que todos nos reservamos, aunque conociera mil agujeros eso para nada significa que sabré sobre alguno más, de hecho tengo curia en especial sobre el tuyo ¿Cómo es? …”
Como ella iba, tarde o temprano esa pregunta iba a aflorar en su boca, ya no había dudas, ella estaba loca o algo peor; moje un poco mis labios, moví la cabeza a forma de negación y solté aire muy lentamente.



 “¿Por qué haces esto? ” Mi voz sonaba más una súplica que una pregunta, no la estaba mirando, veía hacia un costado intentando encontrarme con la respuesta que ella podría darme, tal vez me diría que en realidad si estaba muerto y que había caído en el mismísimo infierno donde ella era satanás y se encargaría de castigarme por el resto de mi estancia, hasta eso hubiese tenido más sentido.





“¿Acaso eres tan ignorante que prefieres mantener esa seductora sed de saber solo un poco más de algo sin importar a dónde llegues ni como lo consigas?” Me respondió, y para ser realista ya no me sorprendía en lo absoluto la forma en lo estaba haciendo, ella tenía una fijación, podía palparse en su mirada, su piel, su voz, ella no se iría hasta llevarse lo que había estado esperando de mí, sabía que la conocía, su terquedad no tenía limites, es más fácil sacar palabras de una persona sin memoria que ha encallado en una isla que de un cadáver que flota en medio del mar.
“Sé que has estado en algún lugar que deseo conocer, se susurra que el tuyo es casi inventado para no salir, no deberías ocultarlo, eres un maldito egocéntrico desconsiderado… haha….aunque… pensándolo bien no te ves cómo alguien que de verdad haya escapado, mírate, no creo que alguien que haya salido de ahí sea como tu ¿perdido, sin nada? ¿Qué significa eso?, pobre diablo, tal vez me estoy equivocando”.


Maldita mujer, era una maldita mujer, después de todo lo que pasé dentro del foso, cosas que ella no se podría ni imaginar, cosas que ni en un millón de años podría sentir ¿Cómo se atrevía a decir que no era yo, que yo no lo había hecho? ¡¡Maldita!! Se iba arrepentir, y aunque mi mayor temor era que rememorando el foso caería de nuevo en él, si lograba llevármela conmigo todo valdría la pena, al diablo con lo justo y el auto control, ella quería esa porquería, entonces vender mi alma para darle una lección del porque tenía que hablar con cuidado de aquel lugar era un precio que estaba dispuesto a pagar... ... ... pero vaya idiota, caí en su juego, un maldito insecto sin memoria, lleno de ira y prudentemente estúpido se pegó a los atrayentes fluidos de una planta carnívora, pero si el insecto podía dejar en su boca un gran trozo de veneno, su vida no importaba en realidad, solo su meta.





“Está bien ¿quieres que hablemos del lugar? Te hablaré del foso, la única condición es que una vez que comience no vas a poder apartarte, no vas a detenerme y no vas a poder hacer nada más que espectar ¿Lo entiendes?”

Ella sonrío, desconozco si de alegría o de algún simple sentimiento macabro que llevaba planeando para cuando despertara, verdaderamente me importaba muy poco, ya no importaba nada en realidad.
“Lo entiendo, no sabes cuánto necesito saber sobre ese lugar, necesito que seas lo más específico, toma mi mano y comienza a recordar cuando gustes”

Tomé su mano, la cual era áspera a pesar de su apariencia, cerré los ojos dejando como última visión los suyos, y de nuevo esa luz blanca comenzó a aparecer en mi mente, sumergiéndome de nuevo, tan densa, tan anestesiante, tan cálida, me estaba llevando al lugar a donde me encontró la primera vez…